31/5/11

¿Y ahora que pasa, eh?


Alison Scarpulla


Camine algunos kilómetros sin dirección. Lo mismo era norte y oeste, este y sur. Lo mismo me importaba. Tenia una moneda de 30 en el bolsillo. No tiene valor, pero durante mi caminar pensé: "La colocaré sobre mi ojo izquierdo el día que muera, con ella pagaré el viaje a través del río". Mis pasos no me alejaban del punto de partida, tampoco me acercaban a un destino porque yo no tengo uno de esos. Se llama continuidad. Es para siempre, por siempre, desde siempre. Cuando así camino no presto atención al paisaje, soy invisible y nada puede percibir que estoy aquí. Estuve ahí cuando un ave roja expulsó formas negras. Nadie sabe interpretar eso porque no es historia, no. Esa ave huyó por primera, y ultima vez, de la forma negra, la cual permanece. Si hiciéramos como los niños sucedería lo impensable, y lo negro seria amarillo. Pero hombres y mujeres son hombres y mujeres sin posibilidad de interceder con el círculo cromático. Y como yo se preguntarán que tiene una cosa que ver con la otra, hacia dónde apunta el viaje emprendido. No hay dirección y hay una sola. Muerte que no es fin, es comienzo. Demoler ruinas es un acto de cultura porque es un acto de barbarie. Lo que es tradición es natural, lo que es natural se convierte en un estado mental y lo mental en liquido negro. Es lo mismo, cada día. Nada tiene sentido, todo no lo tiene. Es una canción que se repite ad nauseam. Es una tonada pegajosa. La negación de lo acontecido en favor de lo que acontece. La historia es historia y lo será mientras nos concentremos en seguir el camino imperiosos. Perdido en la noche, sin conocimiento del amanecer el pensamiento desvanece.




(¿Y ahora qué pasa, eh?)