5/2/14

No hay comentarios (y otras alegrías eternas)

I have left my book,
I have left my room,
For I heard you singing
Through the gloom.

Joyce




Por accidente fui a parar en la casa del Diablo, y, para desgracia de ambos, él no estaba ahí. Lo supe en cuanto Cerbero no ladro ni se acerco a roer mis gastados huesos. Su ignorancia me dolió. Así caí de vuelta sobre las piedras, a la puerta de un templo custodiada por dos negros eunucos igual el primero al segundo. Más adelante cobraran importancia, por ahora sólo me dejaron pasar, sin preguntas. Dentro no había nada ni nadie así que salí por otra puerta (la falsa). Me halle de nuevo frente a la primera, ahora sin guardianes. Pero está vez la encuentro cerrada. Rodeo el espacio ensuciando su pulcritud; no encontré nada mejor que hacer. ¿Subir? Mi última opción, la cual tuve que realizar ante la ausencia de actividad cerebral. Una nube en el cielo se contemplaba como único punto de apoyo, así que la tomé de la mano y la despedacé para nunca volverla a ver, y amasé los recuerdos formando una nube nueva: desparecí lo que vendría. Polvo queda, como siempre, cuando y entonces. Una vez más arriba. Una vez menos cerca de lo otro. Desperdiciando la alegría en inaccesibles vueltas de tuerca, mas sabiendo que no importa nada porque de nuevo es eterno. Se repite la oración. La pasión se acumula en símbolos profanos ahora sagrados y derogados. Coma lo que se esconde tras cada coma. Permaneceré perteneciente a los segundos, pues lustros y astros se pierden en el mar. Ahora es cuando los guardianes negros vuelven para atraparme, encarcelarme, enjuiciarme, insuflar en mí la peste negra. Otra tuerca apretada, una espina más a la corona. El reino es llamado, saqueado y quemado; en llamas se queda. Los polos se invierten. Y el yo, el tú, él, el nosotros, el ustedes, el ellos se pierde. ¿Qué hay detrás de la ventana? Alguien cerrándola. No se habla más. No hay nadie en el palco. Ir para volver.