22/12/11

Recuerdo

Un tañido argentino.
Luces en el cielo.
El aroma de lo desconocido.
Llantas quemadas.
El viento de la playa.
Cinco días seguidos.
Hablar con aves.
Equívocos superlativos.
Un nombre que termina en Z.
Perder rostros y voces.





(Contiene el corazón)


Es cuanto recuerdo.


13/12/11

Mar





Recibí un mensaje.
No supe de dónde vino 
o quién lo envió.
Quizá no fuera para mí, 
mas he sido yo quien lo descifró.

Nada que perder.
Nada que ganar.

Subo a un bote,
comienzo a remar.



11/11/11

circa dies

Demasiada juventud y demasiada vejez impiden el espíritu,
demasiada y poca instrucción. En fin, 
las cosas extremas son para nosotros
como si no existieran, y no somos nada respecto a ellas:
escapan a nosotros, o nosotros a ellas.

Pascal



Mientras tocábamos me sentí perdido y solo en medio de una, inmensa, cosa blanca. Las luces se van, vuelven, fortuitamente, arrinconándonos; nosotros en la mitad de un pequeño cuarto: gente hablando, empujando, tirándote cosas —hostigando, gritando, aullando, huyendo, ganando, etc.—. A ratos no escuchaba la guitarra, después no escuchaba los otros instrumentos. Nunca sé cómo terminan estas cosas. Perdí contacto; desaparezco en un vórtice. Un amigo me dijo que estuvo muy bien, le gusto nuestro ruido. Es mi amigo, y lo conozco; me agrada que le haya gustado, pero no he logrado perderme a mí mismo. No. Ya de vuelta a ser espectador de la fiesta, quiero dejar de serlo y marcharme del lugar. El panorama es tan caótico como cautivo, me mantienen erizado estas visiones. Quisiera participar, pero un vértigo me pesa, anclándome. Mi percepción se ocupó de lo que ocurriría el siguiente día, ayudada por la imaginación: cómo actuar, qué hablar, ensayar, ensayar, cuestionar, no hay descanso. Pero en cambio, con los otros no podía hablar, mirar, pensar o algo parecido, no quise arriesgarme a construir realidades. Guarde mis cosas, intente despedirme y emprendí el largo viaje a casa. Caminar por la calle, como ratas, y luego entrar al túnel, como ratas. Escucho todo y no oigo nada. Se me atraviesan fantasmas, pero ellos no me preocupan: la vida es mi temor, en ella me concentro con cada paso. Y llego a casa, solo yo, ella también. Es tarde. Duermo. 
Despierto. Es tarde. Rutinas para todos. Estoy esperando y esperar desespera. Leo libros de la biblioteca, prontos a entregar y desconocidos para mí. Un francés loco me habla de ritos en México, del cuerpo y la mente, de un todo y una nada. Escucho, hasta que se vuelve colores. Mientras tanto Camus y Felicia se han levantado y puesto activos; son mis compañeros de casa. De pronto —como siempre, de pronto— tienen una discusión y ambos permanecen en silencio forzado. Es entonces que Ray pasa por nosotros para recoger los instrumentos y llevarlos de vuelta a casa. Está conduciendo una combi verde que le prestaron en el trabajo. Con él vienen su novia, Ofelia, y Ante, un amigo. Camus y yo nos subimos al auto, nos acostamos y el viaje comienza. Se toma la ruta panorámica; el tiempo y espacio en este lugar se transgreden siempre. La visión desde aquí aligera mis pensamientos, y el movimiento se siente en el pecho. Nuestra primera parada es la casa de Ofelia, a quien dejamos ahí. Nunca había estado en esta parte de la ciudad, todo era nuevo a mi experiencia. Los arcos y muros que atravesamos transforman el camino, y los destinos importan menos que el viaje. Continuamos rumbo a por las cosas. Llegando al centro nos estacionamos en un lugar no permitido para, así, apresurarnos a transportar nuestras cosas. Recibimos bastante ayuda y nos llevamos más que sólo lo nuestro. Flir nos ayuda: es un buen amigo, pero a últimas fechas han ocurridos cosas que hacen que sienta el deseo de enviarlo al infierno con mis propias manos —un sentimiento fraternal—. Y helo aquí, ayudándonos. Música sin dirección. No me importa a dónde ir, mientras me esté moviendo, mientras exista una dirección. La estática no es nada, y tampoco es algo. Esta vez no estaban los rastas que se quedan en el hostal donde habíamos tocado, así que no recibimos su ayuda. Un tránsito se acercó a decirnos que debíamos movernos. Esto coincidió con el momento en que terminamos de cargar el auto. Rico se unió a nosotros, ya éramos cinco de nuevo. Durante el trayecto de regreso a mi casa, se solicitó que hiciéramos una parada para que Ante pasara a recoger unas cosas. Nos dirigimos hacia allá: un camino cuesta arriba que, después de pasar por el punto donde él bajó, nos regresaba a la ruta Panorámica. Íbamos tranquilos y alegres cuando, por mera casualidad, golpeamos un poste con el costado derecho del automóvil, la puerta del copiloto quedó maltrecha porque el impacto lo recibió justo en la manija, y ésta se atascó. Ahora es difícil cerrar y abrir la puerta. Ante fue a su casa, y Rico y 
yo nos bajamos para aligerar el auto. Éste no arrancaba y tras de nosotros se formó una fila. Yo hacía señas a los conductores indicando que nuestro auto no arrancaba, para que dejaran de fastidiar. Ray seguía intentando echar a andar el auto, Camus, mientras tanto, le ayudaba. En cinco minutos —que parecieron treinta— consiguieron ponerlo en marcha. Subieron un poco y ahí los alcanzamos, ya con Ante entre nosotros. Ahora Camus y yo éramos los copilotos. Continuamos el viaje, como si nada hubiese ocurrido. El mismo camino, en sentido contrario. Llegamos, descargamos y nos relajamos. No sé de qué hablamos. Quizá de las combis, de viajar, de música, fiestas, lugares y sensaciones. De pronto se apodera de mí la sensación de convivir con gente “extraña”. Me gusta estar con ellos; seguro yo soy uno también, pues soy quien se detiene a pensar en eso. Y mientras esto percibía, estábamos todos sentados en las escaleras platicando. Imaginaba lo que pasaría más tarde: no sabía nada, pero imaginaba muchas cosas. Ensayar, ensayar, ensayar. Ray debía volver a trabajar y llevar el auto a arreglar, así que Rico y Ante aprovecharon el ride y se fueron con él. Creo que no fue mucho el tiempo que estuvieron, mas fue bueno el poco tiempo. Sigo esperando y asesino mi tiempo en la computadora. Lo único que vale ahí es la música. Escucho y vuelvo a ensayar, imaginar que ensayo, ensayar que imagino, imaginar. Alguien llega, mas no sé quiénes son; nunca antes vistas: amigas de amigos de Felicia. Se quedarán unos días en la casa, para mi sorpresa. Intento interactuar, pero no sé cómo hacerlo y desisto. Hay suficiente caos con el porvenir. Llega alguien más, y sé que esta vez son ellos. Lo son, pero ella no está. Igor, Garfield, Lemoy y Cristo, y con ellos Ivana, hermana de Lisa. No la conozco, ni a Cristo. A Lemoy sí, y, a mi pesar, a Garfield e Igor los conozco bastante bien. El obscuro dentro de mí quería explotar; la espera continuaba. La barbarie como entremés. Tan pronto llegaron, buscaron beber. Conversé poco, pero constante, sobre todo con Ivana y Cristo. Me agradaron, lo mismo que Lemoy. Bebieron, hablaron, se comunicaron con Lisa y así supimos que ella, Horber y Quentin habían llegado a casa de Serge muchas horas antes. Suprimo todo lo existente en mi cabeza. Siguen bebiendo, las horas pasan, siguen bebiendo. Por fin, se decide ir a casa de Serge, y todos subimos al auto; dado que no saben llegar, ocupo el puesto de copiloto y guía. No es lejos, pero las distancias temporales aumentan a su lado. Cuando llegamos no hay nadie, así que envían un mensaje para saber dónde verlos, y la respuesta no es favorable: consiguieron ver un espectáculo para el que no tenían boletos, siendo invitados por unos recién conocidos. Ante tal situación, se decide ir al centro a que mis huéspedes hagan lo que vinieron a hacer. Llenan una botella con alcohol, hielo y refresco; dejamos el auto y bajamos. No paro de pensar en miles de cosas que son nada, algunas se ocupan de lo que pasa. No la mayoría. Apenas avanzamos un poco podemos dar cuenta de una densa concentración de azules. Es momento de ser discretos. Cambian el envase por varios más pequeños. Mientras conversaba con Cristo y Lemoy, los otros entraron a la tienda y, no entiendo porqué, el tendero piensa que le están robando. Ivana se ríe ante la acusación, y eso no ayuda. Seguimos bajando, ellos continúan parando cada cinco minutos, y nuestro viaje de veinte minutos se convierte en el de una hora. Cenan, beben, gritan, discuten, ríen. Por fin llegamos al centro. Solo quiero ver a Lisa, no más. El mar se extiende hasta donde nadie está. Ellos no saben qué hacer, yo no sé qué hacer, y seguro que en realidad nadie sabe nunca qué hacer. Decido ir a buscar a Flir a su trabajo y los invito a acompañarme. En realidad sólo quiero ir al baño. Saludo a todos en el bar. Hace mucho trabajé aquí. Me quedé adentro y Garfield, Igor y Lemoy pasan a hacer lo suyo. De pronto una chica que ahí trabaja me dice que ha preguntado por mí otra chica, y me sorprendo. Era Ivana, mi sorpresa se apaga. Se parece tanto a Lisa que puedes saber que no son iguales. Salgo con ellos y nos sentamos en la banqueta. Ellos seguían en lo suyo y yo en lo mío; no sé detener lo mío. Poco tiempo pasa cuando nos avisan que ya salieron del espectáculo y están en el jardín. De inmediato me pongo en movimiento. No los veo por ningún lugar, y tanta gente en la calle no lo hace más fácil. 
Volvemos a sentarnos. ¿Notaran mi desesperación? He vuelto a fumar. Me paro y doy vueltas buscándolos. Una situación normal; no encuentro a nadie. Estoy solo y rodeado por todos. Memorias de la infancia saturan mi mente. Todo está en mi mente. Compro cigarrillos y vuelvo a sentarme. Ellos se ven contentos, entretenidos. Por fin los hallamos, como debía ocurrir. Saludo a todos, sintiéndome tonto por no saber qué decir, y frente a ella no digo cosa alguna. Cambio. Serge, Horber y Quentin quieren ir a platicar y beber fuera del ambiente de la calle, lo que choca con el plan de los demás: vagar y buscar fiesta en la calle. Lisa está en medio. Se decide a quedarse, yo me decido por la tranquilidad. Vamos a casa de Serge. Compramos cosas en el camino y conversamos. ¿De qué? De ellos —yo no hablo—. Comer y beber, conversar, viajar, extender y aniquilar. No creo ya en la realidad; miedo cuando gano. Pasan las horas y la música. Quedamos solo Quentin y yo, decididos a ver Hot Rod —”it's the american dream”—. Lisa y los demás llegan por mí. Ella se queda en casa de Serge, pero los otros se quedan conmigo. Camus, Felicia y cia. estaban ya dormidos, por lo que tuve que apagar la fiesta pronto. Y el sábado termina.
Al día siguiente volvemos a casa de Camus y todos ellos se van a la sierra, mientras mis compañeros y yo hacemos pan; su cia. también ha salido a pasear. Ese día estuvo contemplado tal cual. Horneados (¿qué o quién?) ya, volvemos a casa. Ha pasado un largo espacio. Llegan los huéspedes, toda la comitiva. Se mantienen en su postura (beber, fumar, beber: simean simeando). Silencio de mi parte. El pan se enfría y bajamos. Despedida, risas incompresibles. No dije algo. No vendimos mucho, es tarde. Vuelta a casa. Cansado y pesado, me rindo en domingo. 
El lunes salimos de nuevo a vender, temprano, y todo acaba. Hare-krishna en un libro. Hoy se fueron los huéspedes. Termino.







31/10/11

Daño

La forma sigue a la función.

Bauhaus






Verdad es lo sensible cuando no atraviesa los sentidos. Inmanente.


(No sé mi nombre.)



No hay invenciones en mi cabeza, sólo verdad. Trascendente.


(Soy basura.)





18/10/11

Menos

Signo de realidad.
Lo percibo en todas partes, en cada reflejo.
Sigo frente al espejo sin tener la cabeza.
Ha caído primero; el resto sigue sacudiéndose.
El sentido común me es desconocido. Nada como eso.
Destrozo mármol y cristales en aras de construir catedrales.
No habrá una lo suficiente grande, sólo tendré fragmentos.
Creer sin fé.








29/9/11

El asesinato del hombre-lobo

If I said the word was love,
would you agree?


David J.






Gerhard Richter






Las cosas giran en torno a fuerzas inconmensurables.

Todo es arte, ¿lo sabes?

Concebir el vacío es, ya, un hecho ipso facto.
(Los hechos ocurren después).

El paso entre un lado y otro no requiere fronteras, sólo necesidad.

Anticuado habito. Viejo y sin gracia.

Lo sé.

23/9/11

Flaco

Un día cómo cualquier otro, cuando las luces son reflejos únicamente y las cosas transcurren sin necesidad de molinos, estos se encienden.
Un golpe despertó a todos. No un sonido, pero un temblor.
Veintitrés correspondencias.
Salimos los otros y los hunos. Escondidos y gallardos; inconformes, silentes, desprendidos, decididos, humeantes... con una visión clara.
Un golpe que durmió a uno. Un resplandor de vivido color.
Sucedió lo que siempre. Disolución. Aquí y allá.


Un nuevo héroe.



La historia podría ser más amplia, pero las narraciones han muerto.
El juglar ha muerto. Ha dejado su lira rota.



6/8/11

Pascal tenía razón


Nunca creí necesitar a tanta gente.
No pensé necesitar tanto el llorar.

Una cosa o la otra, o ambas y ninguna. Los ojos rojos son consecuencia del viento y la velocidad de mi pasos. Me alejo para bien.
El hedor permanece dentro de mis fosas nasales. Dentro de mis globos oculares. Proviene de mi piel, se esparce a través de mi lengua. 

Mas escucho. Y el aire y su viento no pueden nada ante el sonido que escucho.

Cinco años; encuentros posteriores.
Todo viene. Nada va.

Atrás
(Salir).


Harold Edgerton

11/7/11

Días veloces

Allí donde huele a mierda, huele a ser.

A. A.



Contestar la pregunta "¿cómo estás?" se me dificulta, todos los días. El estado cambia de súbito cada segundo, por lo que dar una respuesta verdadera es imposible. Lo más acertado es decir que no lo sé. 
Pero ahora sí que lo sé.



Charles Burnett


Salí tarde, como me sucede a menudo. Serge había llegado a mi casa a saludar. Hacia algún tiempo que no nos veíamos. Fuimos a comer y a conversar sobre los últimos sucesos en nuestras cotidianidades. Nada nuevo, nada viejo. Cosas corrientes que se alejan de lo nuestro. Después él fue a una fiesta y yo volví a casa a prepararme para ir al bar donde trabajo. Las dos noches anteriores habían sido movidas. Mucha gente y mucho alcohol en la mesa. La primera de esas noches, Lea había llegado a la ciudad acompañada por 9 amigos suyos. En ese momento no quise ni pude acércame a ellos; mis nervios, crispados, me alejaron de ese encuentro. La tercera noche todo fue más tranquilo. CSM tocaba sus experiencias, Des atendía las mesas y yo servía las bebidas. El jefe no estaba. Terminó la noche rápido. Cerré el lugar y fui a alcanzar a Lea, Serge y el jefe a la fiesta que habían hecho. Salí tarde: cuando llegué estaban partiendo. Cansados por haber caminado tanto ese día, iban a descansar. También yo me propuse dormir sin más demoras. Serge y yo nos retiramos y emprendimos el camino. Conversamos sobre el manejo de las situaciones; sobre las clases, todas distintas; sobre ese sentimiento que oprime nuestros cerebros y esparce sus pedazos al rededor. Y, como las ratas, caminamos por el túnel. Al salir, las ratas se hicieron visibles. Nos atacaron tres. Cada uno con una navaja en mano. Serge pudo salir corriendo. Se abalanzaron sobre mí. Me quitaron casi todo lo que tenia: llaves, ruido, fuego. Muchos vieron todo, pero ni uno solo hizo algo para evitarlo. Serge volvió y fuimos a hablar con un policía, pero fue igual a si nada hubiésemos hecho. Logré entrar a casa sin utilizar las llaves. A la mañana siguiente salí tarde, y a los pocos pasos las ratas volvieron y me quitaron lo que me quedaba. No podía/puedo creer mi suerte. Fui a ver a Lea y a sus amigos antes que se fueran. Si antes no había dicho nada, ahora fue más mi mutismo. Nada de qué hablar. No hay nada.
Ella y sus amigos se fueron.
Yo vuelvo tarde a casa.
No hay nombre para mí.


18/6/11

Me sentí como un actor

No existe documento de cultura
que no sea a la vez documento de barbarie.

W. B.
 


Las palabras no salen de los muertos. Requiere agallas el acto de escribir, las necesarias para saltar de un punto a otro de la imaginación del lector. Cuando logran aparecer en la hoja blanca -pantalla negra- transfiguran de forma aleatoria el entorno. Modifican lo anterior y lo posterior. El autor lo es de una obra, una obra que no está realizada sino sugerida. El lector es un espectador. Puede permanecer de esa forma, o volverse un traductor. Este entrevé más allá del mero lenguaje, de las simples palabras; acude a lo esencial de lo que ahí hay. Y de tal manera que se vuelve un actor, intérprete de la obra. El sentido es vivido. No deja de ser ambiguo, confuso, abierto a infinitas posibilidades. Pero es tangible entonces.

Las acciones del lector son de cultura. Absorbe lo que otros han engendrado, y lo hace para quedar estático. Se subleva ante los vientos extraños, los movimientos de tierra. Colecciona colecciones de objetos coleccionables. Es maestro en la técnica. Permanece uno y uno solo. Todos son uno.

La barbarie es del actor y del autor. Construyen, con el auxilio de un permanente estado extático, los vehículos que serán utilizados por uno, pero no por ellos. No hay tiempo ni espacio para ellos. Devienen de forma constante. Lo que ha sucedido ya no es. Lo que viene aún no es. Hay nada. Y solo los bárbaros logran dar cuenta de eso.


31/5/11

¿Y ahora que pasa, eh?


Alison Scarpulla


Camine algunos kilómetros sin dirección. Lo mismo era norte y oeste, este y sur. Lo mismo me importaba. Tenia una moneda de 30 en el bolsillo. No tiene valor, pero durante mi caminar pensé: "La colocaré sobre mi ojo izquierdo el día que muera, con ella pagaré el viaje a través del río". Mis pasos no me alejaban del punto de partida, tampoco me acercaban a un destino porque yo no tengo uno de esos. Se llama continuidad. Es para siempre, por siempre, desde siempre. Cuando así camino no presto atención al paisaje, soy invisible y nada puede percibir que estoy aquí. Estuve ahí cuando un ave roja expulsó formas negras. Nadie sabe interpretar eso porque no es historia, no. Esa ave huyó por primera, y ultima vez, de la forma negra, la cual permanece. Si hiciéramos como los niños sucedería lo impensable, y lo negro seria amarillo. Pero hombres y mujeres son hombres y mujeres sin posibilidad de interceder con el círculo cromático. Y como yo se preguntarán que tiene una cosa que ver con la otra, hacia dónde apunta el viaje emprendido. No hay dirección y hay una sola. Muerte que no es fin, es comienzo. Demoler ruinas es un acto de cultura porque es un acto de barbarie. Lo que es tradición es natural, lo que es natural se convierte en un estado mental y lo mental en liquido negro. Es lo mismo, cada día. Nada tiene sentido, todo no lo tiene. Es una canción que se repite ad nauseam. Es una tonada pegajosa. La negación de lo acontecido en favor de lo que acontece. La historia es historia y lo será mientras nos concentremos en seguir el camino imperiosos. Perdido en la noche, sin conocimiento del amanecer el pensamiento desvanece.




(¿Y ahora qué pasa, eh?)



29/4/11

M de tuerto

Today I'm in a window mood.

Paul Batchelor 

Borre todo lo anterior al arrojar tinta sobre ello.

Una día, que no es ninguno, es todos los días.
Salgo, entro, entro, entro, salgo y vuelvo a entrar.
Los acontecimientos no se suceden de manera lineal; desdoblo un manto.

Errar no es algo nuevo y extraño. Luces blancas, todo lo blanco es Apocalipsis.
Fin y destino, elección y respuesta. Y el mar, cambia amarillo por azul.

Suerte para la luna, las hienas, el ojo y el desierto.
No olvidemos a nadie. ¿Á dónde fueron todos?



Duane Michaels




7/4/11

Cruzamos sangre

No hay vida...

Camus


Vivimos sin treguas, sin permisos, sin puntos fijos.
Del punto A al B, y de ahí a donde quiera que se presente.
Pero no logramos mantener una postura —¿deberíamos mantener una?—, un campo para hacer crecer lo que hemos sembrado, para dejar el nunca jamás a un lado y volar sin verdades que pesen menos que las mentiras. 
Dije que vivimos, mas no es cierto: sobrevivimos, portamos falsas máscaras, pues nuestra persona se derrite ante la luz fatua que nos es arrojada por todas partes. Ya no podemos brillar.
Mucho ruido, ruido que marcha y marcha y marcha, pero no se marcha.
Nos hace seguirlo, de nuevo, a dónde quiera que se presente.
Las heridas no cicatrizan; se abre, una y otra vez, el mismo río.
Si piden violencia, devolveremos el gesto. Seremos la paz, seremos lo obscuro.
La nota final pronunciara "gracias por el silencio".



14/3/11

Raíz-serpiente

Olvidamos los sueños; seguimos.
Olvidamos las palabras; seguimos.
Olvidamos cómo; también seguimos.
Sin porqués o alusiones seguimos.
No escribimos, ni siquiera sabemos hacerlo.
Estas no son letras, o imágenes, o sonidos.
Esto es silencio. Esto es.


21/2/11

Descarga en lo obscuro

And now you hear your master sing,
you kneel for him to come.

Leonard Cohen


Frente a lo usual, desapareces.
No queremos pruebas, no queremos cargas. No queremos algo.
Lo que ha sido, lo que no es, se encuentra cuando te has ido.
Preguntan qué pensamos. Contestamos antes, y después: "es lo único en lo que pienso". Cada instante, cuando no es un instante. Es nada, y comienza a ser todo.
Sólo en frases cortas podemos reflejar lo infinito; lo que perdura es lo perecedero. Lo ajeno. Lo perdido. 
Aprendiendo a caer —imitando a Ícaro—, descubrimos el sonido del silencio. Tu silencio. Escucha esos cantos.
Es inusual entonces.



4/2/11

Para nosotros, las ratas

Hemos perdido lo que jamás ganaríamos. No importa, e importa la poca importancia. Eso es lo que debemos celebrar.
Bailamos en la obscuridad, donde todos puedan vernos. Nadie voltea.
Pobres almas probadas. No es uno, no hay uno. Ni dos o tres.
El trabajo de todos los días. Los vicios de diversas vidas. La suerte de los loados perros.
Aparece fuego en el agua. El movimiento se gana. El agua debe correr, 
y jamas alcanzarnos.

Febrero, se acaba pronto. Puede ser el comienzo de un nuevo...
Pero no recuerdo el presente, sólo el antes y después.
Ya no pienso en eso. ¿Lo harás tú?