11/7/11

Días veloces

Allí donde huele a mierda, huele a ser.

A. A.



Contestar la pregunta "¿cómo estás?" se me dificulta, todos los días. El estado cambia de súbito cada segundo, por lo que dar una respuesta verdadera es imposible. Lo más acertado es decir que no lo sé. 
Pero ahora sí que lo sé.



Charles Burnett


Salí tarde, como me sucede a menudo. Serge había llegado a mi casa a saludar. Hacia algún tiempo que no nos veíamos. Fuimos a comer y a conversar sobre los últimos sucesos en nuestras cotidianidades. Nada nuevo, nada viejo. Cosas corrientes que se alejan de lo nuestro. Después él fue a una fiesta y yo volví a casa a prepararme para ir al bar donde trabajo. Las dos noches anteriores habían sido movidas. Mucha gente y mucho alcohol en la mesa. La primera de esas noches, Lea había llegado a la ciudad acompañada por 9 amigos suyos. En ese momento no quise ni pude acércame a ellos; mis nervios, crispados, me alejaron de ese encuentro. La tercera noche todo fue más tranquilo. CSM tocaba sus experiencias, Des atendía las mesas y yo servía las bebidas. El jefe no estaba. Terminó la noche rápido. Cerré el lugar y fui a alcanzar a Lea, Serge y el jefe a la fiesta que habían hecho. Salí tarde: cuando llegué estaban partiendo. Cansados por haber caminado tanto ese día, iban a descansar. También yo me propuse dormir sin más demoras. Serge y yo nos retiramos y emprendimos el camino. Conversamos sobre el manejo de las situaciones; sobre las clases, todas distintas; sobre ese sentimiento que oprime nuestros cerebros y esparce sus pedazos al rededor. Y, como las ratas, caminamos por el túnel. Al salir, las ratas se hicieron visibles. Nos atacaron tres. Cada uno con una navaja en mano. Serge pudo salir corriendo. Se abalanzaron sobre mí. Me quitaron casi todo lo que tenia: llaves, ruido, fuego. Muchos vieron todo, pero ni uno solo hizo algo para evitarlo. Serge volvió y fuimos a hablar con un policía, pero fue igual a si nada hubiésemos hecho. Logré entrar a casa sin utilizar las llaves. A la mañana siguiente salí tarde, y a los pocos pasos las ratas volvieron y me quitaron lo que me quedaba. No podía/puedo creer mi suerte. Fui a ver a Lea y a sus amigos antes que se fueran. Si antes no había dicho nada, ahora fue más mi mutismo. Nada de qué hablar. No hay nada.
Ella y sus amigos se fueron.
Yo vuelvo tarde a casa.
No hay nombre para mí.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

en el principio fue el hecho, o eso dice Goethe,ahora todo son des-hechos.amor y apreciación, maestro.

Paulina Mendoza. dijo...

Las ratas se pudren a fin de cuentas.