18/6/11

Me sentí como un actor

No existe documento de cultura
que no sea a la vez documento de barbarie.

W. B.
 


Las palabras no salen de los muertos. Requiere agallas el acto de escribir, las necesarias para saltar de un punto a otro de la imaginación del lector. Cuando logran aparecer en la hoja blanca -pantalla negra- transfiguran de forma aleatoria el entorno. Modifican lo anterior y lo posterior. El autor lo es de una obra, una obra que no está realizada sino sugerida. El lector es un espectador. Puede permanecer de esa forma, o volverse un traductor. Este entrevé más allá del mero lenguaje, de las simples palabras; acude a lo esencial de lo que ahí hay. Y de tal manera que se vuelve un actor, intérprete de la obra. El sentido es vivido. No deja de ser ambiguo, confuso, abierto a infinitas posibilidades. Pero es tangible entonces.

Las acciones del lector son de cultura. Absorbe lo que otros han engendrado, y lo hace para quedar estático. Se subleva ante los vientos extraños, los movimientos de tierra. Colecciona colecciones de objetos coleccionables. Es maestro en la técnica. Permanece uno y uno solo. Todos son uno.

La barbarie es del actor y del autor. Construyen, con el auxilio de un permanente estado extático, los vehículos que serán utilizados por uno, pero no por ellos. No hay tiempo ni espacio para ellos. Devienen de forma constante. Lo que ha sucedido ya no es. Lo que viene aún no es. Hay nada. Y solo los bárbaros logran dar cuenta de eso.