Encierro todo lo que siento en una
tetera, de la cual me sirvo, a menudo. Los días pasan pero no los
segundos. Estática y nervios: mi cabello revuelto asusta a los más.
No ven mis manos, yo tampoco puedo hacerlo pues se encuentran fuera
de mí. Lo que se aproxima es arena penetrando a mis ojos. No puedo
contenerlo, me rodea. No puedo perderlo, esta en mí. No quiero dejar
de sentir y vuelvo a hacerlo, como algo nuevo, pues ya lo es —me
sirvo a menudo—. Tiene mis manos. Tengo sus manos. A manos llenas
entrego el té.
1 comentario:
Eterno retorno... corazón.
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