4/9/12

LS 94

He escuchado a las mejores generaciones de mi mente caer en llanto dentro 
de las sombras del túnel,  
reptando hacia la boca de los blancos con sombreros arábigos bajo los zapatos, 
histéricos, hambrientos, históricos hipsters,
rogando al hombre por un dios védico, mágico, Heliogábalo, selenita, 
anticuado, que les tema por su interior,
abriendo la ventana para respirar el primer halo de obscuridad que es presente mientras los días son dos siglos que no se contraen, ni se observan
ni detienen frente a los destrozos de los gatos muertos,
cuando conocieron la figura y el silencio de los de antes, de los futuros,
 dejando la comida para portar insignias oxidadas 
y tomando decisiones por las que habrán de reír,
repitiendo los nombres de Mahoma y Mohamed con prisa, rayando los dientes 
con ácido de otros saberes, con las ropas colgando en la ventana,
con manchas en la frente, con los ojos secos y desorientados,
mientras nuestras hermanas acogen a los extraviados,
sintiendo el peso del cabello sobre las orejas, aullando, aullando, aullando,
 nerviosos, por el paso de un escalón a otro, aullando de noche.





Pero de ti no he escuchado nada.
Debo poner más atención. 

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