4/12/12

jvs

Tenía quince años. Empecé a escuchar un poco al respecto. Lo primero que supe no me agradó, pero tampoco contrarió. Puse atención y lo atrapé. Comenzó, así, una aventura de muchos años, viajes y visiones. El tejado fue mi hogar, con acento en la o. Me enseñé a leer y escribir. Aprendí a olvidar y perder el tiempo, a desaparecer del mapa, a incorporarme sobre él. Era, yo, lo que antes estaba esperando, pero siempre esperando, nunca logrando alcanzar la meta. Mientras tanto escuchaba trompetas celestiales, pianos volcánicos, cuerdas y martillos, repercusiones en mis oídos, nuevos mitos, viejas ciencias. Crecí un poco (no demasiado). Las cosas cambiaron y me asenté en el fondo. Dejé de encontrarle gracia a la tragedia. Su sabor a ricino oxidado desesperó mis anhelos de regresar a la cama. Vil, calva, llena de grasa y poca gracia, mi cabeza estaba cubierta de chillantes colores provenientes de un universo perpendicular con éste. El mundo era como en las revistas suecas. Pero subí y todo pereció. Un peldaño. No más. Haría falta aún para llegar al final. Ana masca. Yo escupo. Algún otro traga. Es una adivinanza. 



5 comentarios:

Karla González-Taboada dijo...

3272462683!

Anónimo dijo...

7, no desaparezcas. Recuerdo cuando te pegaste en la cabeza y olvidaste lapsos de nuestra historia. Te dije que tenía miedo porque era como si estuviera muriendo. Entendí el afán de las personas por permanecer, estar presentes, aunque dicen que tampoco puedes chiflar y comer pinole al mismo tiempo, tampoco puedes dar misa y estar en la procesión, eso quisiera, pero no se me da mucho eso de chiflar y aplaudir cuando se va la luz, al contrario. El caso es que no quiero morirme, ni hoy, ni nunca, por esa razón disfruto leer lo que escribes, identificarme. Al final todo tiene que ver conmigo, contigo, con todos, depende desde qué punto se vea y yo sólo puedo verlo desde mi punto, no creo en la empatía. Al final, creo que la que desapareció fui yo.

Anónimo dijo...

Mis vestidos están rotos
y mi cara es un desastre.

Anónimo dijo...

Como siempre: rebelde, rebelde.

Anónimo dijo...

Soy como el fenix.
Nunca desaparezco.

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