8/11/10

Ataque de asma

Hubo un tiempo en que vendía comida.
Son días de fatiga, el prepararla, arreglarte y venderla; de sol a sol (si te organizas bien). Es cansado, pero gratificante cuando te dicen que "está muy bueno". Claro que no siempre lo dicen. Entonces sólo piensas en que con lo que vendes estas pagando las cuentas, y quieres poder vender tan sólo lo suficiente para pagar la renta y no quedarte en la calle o tener que huir a  casa de tus familiares, quienes son los únicos que te hospedaran. En el tiempo que dediqué a tal actividad logré sobrevivir; de forma escueta, pero sobreviví. Estar todo el día pegado a una estufa y el siguiente cargando todo por la calle te muestra otra visión del mundo. 
En fin, que durante aquellos días mi mente se perdía en el interior de matemáticas, modificaciones a mi forma de vivir y a reflexionar en lo que debía hacer y decir. Esto era lo que más perforaba en mi cerebro. Lo que se hacía y decía a mi alrededor dejó de tener el peso que antes sostenía; una niebla desaparecía. Ahora soló había un punto iluminado, no precisamente el más asequible. No es que los otros lo fueran. Todo fue caos en esos días: sueños extraños, vigilias extrañas. Gente y circunstancias extrañas, y un tipo con problemas mentales viviendo en medio de eso. Mis demás actividades estaban en el limbo. Las mantenía, pero dejaron de ser prioridades. Esa niebla se extrañaba a ratos. Mas no es lamento, fueron buenos días como cocinero. Fue, además, la época que visite museos de nuevo, y dí cuenta que nada tengo que hacer ahí: el arte ahí expuesto pocas veces logra capturarme, y por lo regular lo encuentro pretencioso y sin gracia. Pero fui a visitarlo. Y fui al cine, que también permanecía como lugar olvidado. Ciencia ficción. Todo quedará guardado como ciencia ficción. Como lo fue antes, en tiempos de Julio Verne. Cuando por fin llegue a la luna, me someterán a juicio; el veredicto justificará la sentencia. 
Ya entonces sabía eso, pero al día de hoy no he llegado a la luna, al otro lado del mar o al otro lado de la calle. No me desviaré de la narración. Vendía alimentos. Día a día era una cosa nueva, dentro de algo viejo. Comerciales viejos, lecciones viejas, viejas visiones, viejas memorias, viejas costumbres en antiguos lugares. Lleno de presente, rodeado por juventud sin juventud. La marca de Caín me venia bien, me hacía sentir tranquilo entre aquel desguazadero. ¿Pero qué decir? ¿Qué hacer? ¿A dónde dirigirme? Sin respuesta, no entonces. El tiempo pasaba y desaparecía, dejando frente a mí algo igual, pero distinto. Esa distinción es lo que vuelve loco. Y sólo soy yo el loco, ese. No sé decir que alguien más lo sea ahora. 
No siempre conseguí obtener lo suficiente para pagar las cuentas. Entonces recurría a la donación de sangre, el empeño de las tres cosas que tengo con valor y el pedir poco dinero a muchas personas. Eso no es agradable, pero no deja tan mal sabor de boca como el pensamiento vacío, el vicio. Pero de esto ya han hablado los periódicos. Ahora es el turno de las revistas suecas. Revistas de caza de máquinas, de zonas muertas donde la luz no llega. Y todos estarán ahí. Todos ellos, no todos nosotros. Eso pasaba por mi cabeza. La gran escena del crimen, esperando el pequeño jurado girando en torno a ella. El miedo como guía espiritual es bueno si te mueves con él, no para él. Me dije esto y comencé a bailar. Y bailar es bailar, escribir es bailar, cocinar es bailar y decirlo es bailar; no importa si sabes hacerlo o no. Aprehendes.

5 comentarios:

a. m. "pompitas" alonzo dijo...

a mí me gusta tu blog.

Charlot dijo...

Real!!!!
Me leí cuando te leí

Pieśń Kozła dijo...

soy yo

Anónimo dijo...

cada dia

Zom-A dijo...

In a sea of faces, in a sea of doubt
In this cruel place your voice above the maelstrom....