14/7/12

NHK

Tengo una sensación de otoño, de heridas mortales, 
y he sido vencido, totalmente vencido, 
y mis pensamientos son tristes.


Querelle





Lo vi por la televisión, en una película silenciosa. Yo tomaba una cerveza, el protagonista también. Brindamos. Él continuaba silencioso, igual que yo. Su atención se dispersaba debido a las constantes interrupciones que aparecían en su camino. No lograba terminar de descubrir el hilo que le movía porque de inmediato se encontraba con otro y otro y otro después de varios más. Era un enredo. A mí me desconcertaban los movimientos de las sombras a mi rededor, y hube de mover los objetos, propietarios de las sombras, para que la distracción cesara. De nuevo me acomode frente a la pantalla y él (el protagonista) se sentó frente a mí. Su mirada me atravesaba; era un duelo y él llevaba ventaja. De pronto se levantó, impulsado por una fuerza externa que provenía de sí pero se expandía hacia mí. Me sentí obligado a ponerme en pie. Sólo observando asistí al momento álgido de la noche: empuñaba en su mano un objeto amorfo, más allá de la geometría como la vivimos en esta dimensión; el objeto, pude apreciar, era de gran peso. Poco a poco sus movimientos se hicieron más lentos, hasta que permaneció estático, como yo. Y observé mi mano: ahí había algo amorfo. Algo que no podría explicar en un universo finito y que únicamente puede ser visto a través de un filtro de ondas hercianas. Las sombras que me rodeaban comenzaron a moverse una vez más. Era una señal. Se unieron todas en el centro de la luz. Tomaron la forma de un gato (era el mismo que había visto merodeando días antes frente a mi casa) y éste nos observó a los dos, al protagonista y a mí, sin expresarse. Veloz y en silencio, arrebató de mi mano el objeto; se lo comió. Volvió hacia mí y habló:
-No dejes entrar luz a este lugar. Podría matarte
Las sombras volvieron a su lugar. 
-Reina el silencio. 
La televisión anunciaba el fin.  



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