Tengo una sensación de otoño,
de heridas mortales,
y he sido vencido, totalmente vencido,
y mis pensamientos son tristes.
Querelle
y mis pensamientos son tristes.
Querelle
Lo vi por la televisión, en una
película silenciosa. Yo tomaba una cerveza, el protagonista también.
Brindamos. Él continuaba silencioso, igual que yo. Su atención
se dispersaba debido a las constantes interrupciones que aparecían
en su camino. No lograba terminar de descubrir el hilo que le movía
porque de inmediato se encontraba con otro y otro y otro después de
varios más. Era un enredo. A mí me desconcertaban los movimientos de
las sombras a mi rededor, y hube de mover los objetos, propietarios
de las sombras, para que la distracción cesara. De nuevo me acomode
frente a la pantalla y él (el protagonista) se sentó frente a mí.
Su mirada me atravesaba; era un duelo y él llevaba
ventaja. De pronto se levantó, impulsado por una fuerza externa que
provenía de sí pero se expandía hacia mí. Me sentí obligado a
ponerme en pie. Sólo observando asistí al momento álgido de la
noche: empuñaba en su mano un objeto amorfo, más allá de la
geometría como la vivimos en esta dimensión; el objeto, pude
apreciar, era de gran peso. Poco a poco sus movimientos se
hicieron más lentos, hasta que permaneció estático, como yo. Y
observé mi mano: ahí había algo amorfo. Algo que no podría
explicar en un universo finito y que únicamente puede ser visto a
través de un filtro de ondas hercianas. Las sombras que me rodeaban
comenzaron a moverse una vez más. Era una señal. Se unieron todas
en el centro de la luz. Tomaron la forma de un gato (era el mismo que
había visto merodeando días antes frente a mi casa) y éste nos
observó a los dos, al protagonista y a mí, sin expresarse. Veloz y
en silencio, arrebató de mi mano el objeto; se lo comió. Volvió
hacia mí y habló:
-No dejes entrar luz a este lugar.
Podría matarte
Las sombras volvieron a su lugar.
-Reina
el silencio.
La televisión anunciaba el fin.
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