28/6/17

faccia

Pese a toda probabilidad, nunca me han partido la jeta. Nunca. No sé y no entiendo por qué, pues, como dije, es algo esperado, anunciado; debió haber ocurrido el día que nací: el doctor tuvo que haberme acomodado un buen jab para regresarme a las entrañas de mi madre. Tampoco he roto el rostro de alguien ajeno. He estado en los lugares equivocados, con gente incorrecta que no procede a hacer lo indispensable. Hablé y diré, tosí y escupiré, soñé y dormiré las cosas que no llegan a hacer contacto, y no habrá contacto contra la mía testa. Si sigo así, ¿cómo aprehenderé lo necesario? Mendigando, como hasta ahora, tengo lo que obtengo, no lo que ocupo, lo que necesito. Hago por hacer, y nada más. Salgo para salir, camino para caminar, respiro para respirar y subo para subir cuando lo que requiero es caer. Impactar contra el suelo, penetrarlo, ahogarme en cemento, sentir en mi garganta el peso de lo que he hecho y lo que echo. Perderme en lo rupestre. Enfrentarme al alfalfa, llamarlo probeta, esquivar la navaja, rasgarme la ropa, esparcir sangre en el asfalto, gritar tu nombre y pedir pasto, sólo un pedazo donde morir. Sentirme en casa, tranquilo en casa; una nueva persona.





No hay comentarios.: