2/5/18

libertad

¿Acaso no son el verde y el amarillo cada uno 
de los colores opuestos de la muerte, 
el verde para la resurrección y el amarillo 
para la descomposición, la decadencia? 

A. A.









El año pasado, una motocicleta cobraba vida y se rebela emprendiendo la marcha hacía atrás; en su andar sin control, ataca a un peatón maravillado ante la escena. Por alguna magia desconocida éste sobrevive, completando el encanto. Más tarde se encontraría con un doppelgänger; su visión insuflaba odio y sus extremidades conseguían una fuerza que nunca antes había poseído. Arremetió contra el andante, asestando golpe tras golpe hasta que, a causa de designios no revelados, pudo observar incrustada en la espalda de aquel ser diabólico una fórmula que le detuvo en el acto: un mensaje para su paz, las palabras que tanto tiempo había deseado conocer. Acto seguido vio a quien las inscribió, ante lo cual no había más acción posible que caer de rodillas y agradecer dejando caer la sal. Una sonrisa idiota, es decir, sincera, escapó de él. Lleno de beatitud, se entregó. 


Un año ha, y el mensaje, aunque ya no visible, sigue asentado ahí. Su autor se mantiene manifiesto, o los ojos del visionario no consiguen borrar su luminiscencia. De cualquier manera, él ya no es dueño de sí ni hay mundo donde sea recibido. Andar errante es su tarea, sin pausa ni pasajes; la sonrisa se mantiene, y la sal se esparce por doquier. 




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